Nociones de oficio: El narrador
Esta sección va dedicada a todos los que buscan iniciarse en el oficio de narrar y a los lectores que, sin tal necesidad, quieren conocer algunos de las posibles cuestiones a las que se enfrentan los autores de narrativa. Tal conocimiento surge de la experiencia directa de los talleres literarios coordinados por la autora a lo largo de los años. No es un manual ni un compendio de reglas, sino una ligera recopilación de ideas que pueden ayudar al escritor novato.
Por Alejandra Laurencich
¿A quién nos estamos refiriendo cuando hablamos del “narrador”?
Cuando un autor escribe una historia, utiliza intuitiva o deliberadamente la figura de un narrador, alguien que dice por ejemplo: La mañana era oscura cuando Tomás salió, o Cinco de las mesas del bar estaban ocupadas por grupos de estudiantes, o Mi origen había permanecido oculto hasta entonces. El narrador es el que lleva adelante el relato para que el lector lo conozca, es decir: el narrador es el puente entre esa historia y el lector. El narrador es quien nos acerca a los personajes, quien los va presentando al lector, y no coincide nunca con el autor. Aun en los relatos que juegan con lo autobiográfico, en los que el autor busca generar una identificación con el narrador -novelas autobiográficas, memorias, e incluso en algunos cuentos de Borges y otros escritores-, éste es siempre una construcción. El narrador no es el autor, sino una figura convencional que el escritor inventa para desplegar su historia, y esto debería quedar bien claro. Una autora mujer puede escribir una historia en la que el narrador diga, por ejemplo: Mi abuelo pretendía que yo fuera un hombre de pelo en pecho y el lector habrá comprendido que no es que el abuelo de esa autora quería someterla a una operación complicada de cambio de sexo o a la ingesta diaria de hormonas, etc. Esto que puede verse como una obviedad es muchas veces olvidado por autores principiantes, sobretodo en la narración de ciertas historias, cuando no es tan evidente la distancia entre lo que puede contar el narrador y lo que el autor de ese narrador puede haber vivido. En principio, esta diferencia ente el autor y el narrador libera al escritor de una carga: la de ceñirse al relato de su propia vida, de ser fiel a los hechos de la realidad. Porque la literatura, además, exige su propia realidad, y muchas veces, al pasar al papel episodios que sucedieron en la vida real, vemos que se tornan inverosímiles por obra y gracia de esa mágica condición de lo literario: si un personaje o una escena no está “armada” literariamente -y veremos enseguida algunas condiciones básicas de armado en lo que respecta al narrador-, se vuelve una mentira…
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