Azimut · Homenaje a Arturo Cancela

Conocido principalmente por Historia funambulesca del profesor Landormy (1943), obra reeditada en 1994 por Centro Editor, Arturo Cancela (Buenos Aires, 1892-1957) fue un autor dueño de una prosa mordaz y satírica que ridiculizó la burocracia y las formas de gobierno de su época. Publicamos aquí un fragmento de “Una semana de holgorio”, de su primer libro Tres relatos porteños (1922), que le valió el premio municipal y el éxito entre el público lector. Sin duda, la obra de Cancela, aunque marcadamente anclada en una época, resulta atemporal. Por eso, desde La balandra queremos rendirle homenaje al primer libro de este autor que, a pesar de haber sido reeditado en 2010 por Capital Intelectual en su colección Los Recordados, no tiene aún toda la difusión que, humildemente, consideramos que merece.

Esbozo un saludo en la oscuridad [al vigilante], le dirijo las buenas noches con una amabilidad exquisita, y como no me contesta, le tiro suavemente de una manga. El agente sigue ensimismado. Un tirón más fuerte casi le hace perder el equilibrio, que, sin embargo, mantiene pero abandonando el máuser. Con una galantería infinita me inclino para recogerlo, cuando el vigilante estupefacto, retrocede tres pasos, desenfunda un revolver y comienza a tiros contra los árboles del paseo central… A pocos metros suenan otras detonaciones y algo más lejos una descarga cerrada.

El vigilante ha terminado las balas de su revólver; da media vuelta y huye velozmente calle adelante. Yo le sigo, porque tengo por sistema no tomar nunca una dirección contraria a la de la autoridad y además porque debo entregar el máuser a su dueño. Mientras corremos, las detonaciones se suceden unas a otras con una rapidez vertiginosa. En las calles laterales se oyen disparos aislados de máuser y una estruendosa algarabía de ladridos alborota el barrio.

Nos acercamos al lugar donde más nutrido es el fuego… El vigilante que me sirve de señuelo desaparece de pronto en una puerta cochera y yo me precipito en su seguimiento […]

Desde la sala, resguardados tras de las persianas, cuatro bomberos fusilan, con toda parsimonia, las casa del frente. En la azotea, la gente destacada debe estar contestando a un ataque aéreo, a juzgar por la elevación de los fogonazos […] Repentinamente, de la obscuridad de un cuarto, surge una silueta voluminosa que, dirigiéndose a mí, me toma de un brazo y exclama:

–¿Qué hacen? ¡Vamos a defender la entrada! […]

Nos agazapamos detrás de la improvisada fortificación y como la silueta voluminosa que nos dirige nos ordena hacer fuego, disparo mi máuser contra la desobediente barrica. El estrépito me enardece y como al quinto disparo noto que me faltan municiones, me pongo de pie gritando:

–¡Una cartuchera!

Inmediatamente, el sargento fornido y retacón se me cuelga de los hombros como un chimpancé, berreando con viril angustia:

–¡No sea temerario! ¡Abájese, niño!

Yo me resisto… Un oficialito, emocionado por esta escena de fraternidad heroica, exclama muy rápidamente, con voz de tiple:

–¡Viva la patria! ¡Viva la patria! ¡Viva la patria!

Fragmento de “Una semana de holgorio”. Gleizer Editor, 5ta. Edición,1923