Editorial La balandra · Nro. 6
Junio de 1963. Cincuenta años. Medio siglo de vida. No estoy refiriéndome al nacimiento de quien les escribe –aunque la fecha coincida–, sino al de una novela que hoy todavía se lee y se discute, se defenestra, se mitifica. Rayuela, de Julio Cortázar. Cincuenta años es mucho tiempo, podemos dar fe. En este medio siglo, sin alejarnos de nuestro país, hemos visto alzarse y caer una de las peores dictaduras, hemos asistido al nacimiento de figuras internacionales que honraron o deshonraron nuestra nacionalidad, hemos dejado de llamar Capital Federal a ese punto del mapa que ahora es Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y no sólo aquí nos hemos visto sacudidos por los cambios, en este último medio siglo en diversos puntos de la tierra han nacido nuevos líderes, han caído símbolos del poder económico, han aparecido la telefonía inalámbrica, la televisión color, la comida light. No podría comprenderse el hoy sin saber qué es el HIV, el 11 de septiembre, YOUTUBE. En este sentido, por ejemplo, la mención de una sola palabra surgida en los últimos cincuenta años puede dar cuenta de un antes y un después en la historia del mundo: Internet.
Frente a esta enormidad de cambios, pensar que un libro puede seguir en pie, abriéndose diariamente en puntos distantes con devoción o curiosidad, estremece. Como la claridad con que su autor anunció: muchos lectores que aprecian mis cuentos habrán de llevarse una amarga desilusión si alguna vez publico esto en que estoy metido. También acertó en vislumbrar que su obra sería una especie de bomba atómica en el escenario de la literatura latinoamericana y en esto coinciden escritores hoy considerados popes de la literatura mundial. Quizás, entonces, podamos tener la decencia de admitir que Rayuela, esa novela, es un símbolo de todo lo que, a pesar de los cambios brutales a los que nos vemos sometidos, perdura. Como el acto de escribir, el de leer, el de revelar una nueva mirada, de traducirla, de reeditarla, de venderla. Lo que nos ocupa. Desde La balandra, entonces, a cincuenta años de su primera edición, nuestro homenaje a Rayuela y a su creador: Julio Cortázar. Y para aquellos que sientan nuestra intención exagerada, las palabras de Oscar Wilde: “Cualquiera puede solidarizarse con el sufrimiento de un amigo, pero hace falta un carácter magnífico para solidarizarse con su éxito”.
Alejandra Laurencich