Nociones de oficio: Géneros de la narrativa
Esta sección va dedicada a todos los que buscan iniciarse en el oficio de narrar y a los lectores que, sin tal necesidad, quieren conocer algunas de las posibles cuestiones a las que se enfrentan los autores de narrativa. Tal conocimiento surge de la experiencia directa de los talleres literarios coordinados por la autora a lo largo de los años. No es un manual ni un compendio de reglas, sino una ligera recopilación de ideas que pueden ayudar al escritor novato.
Por Alejandra Laurencich
La balandra lleva en su nombre la aclaración “otra narrativa”, hay concursos de narrativa, encuentros de narrativa, secciones importantes en las librerías que portan el anuncio: narrativa extranjera, narrativa nacional. Todos los autores o lectores han visto alguna vez estas denominaciones como algo natural, pero sería interesante revisar de qué hablamos cuando hablamos de narrativa, o al menos, aclarar modestamente cuáles son sus modalidades. Porque es común que muchos principiantes se pregunten a qué género pertenecen los textos que están escribiendo. Digamos entonces que la narrativa tiene cuatro modalidades básicas, que algunos especialistas denominan géneros, las dos más difundidas: cuento y novela, y las menos: microcuento y nouvelle. A los cuentos también suele llamárselos relatos, a los microcuentos, microrrelatos, o microficciones, o cuentos breves, o brevísimos. Pero volvamos a la categorización del principio. Cada una de estas modalidades impone al autor una actitud narrativa diferente. No es lo mismo decidir escribir un cuento, que una novela, o una microficción. Hay oportunidades en las que el material mismo, el contenido de la idea, sugiere la forma. Y entonces es claro, uno dice: Voy a escribir una novela en la que suceden tales y tales cosas, y en la que los personajes hacen esto y esto y lo otro. Pero también hay ocasiones en las que la idea que uno empezó considerando un cuento pide, al ser volcada en la página, tener tratamiento de novela. Ahí interviene el oficio, el saber apreciar cuándo un contenido requiere otra forma. Y entonces, necesitaremos, como mínimo, tener en cuenta sus diferencias.
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