Nociones de oficio: La corrección en narrativa
Esta sección va dedicada a todos los que buscan iniciarse en el oficio de narrar y a los lectores que, sin tal necesidad, quieren conocer algunas de las posibles cuestiones a las que se enfrentan los autores de narrativa. Está basado en la experiencia directa de los talleres literarios coordinados por su autora a lo largo de los años, que ha sido recopilada en el libro El taller. Nociones sobre el oficio de escribir y que, desde marzo del año pasado, se encuentra publicado por el sello Aguilar.
Por Alejandra Laurencich
El tiempo de la corrección
Casi todos los autores de narrativa pasan largo tiempo frente a sus textos. Algunos lo hacen mentalmente, buscándole estructuras adecuadas a una idea, párrafos contundentes de inicio, afinando la dirección de la trama, dando vueltas y más vueltas a esa especie de masa informe que contiene una historia; otros escriben sobre la primera versión una, dos, tres, siete o más nuevas versiones, tratando de llegar a la expresión justa de ese contenido. Pero, de un modo u otro, la inmensa mayoría de escritores tienen un tiempo de vínculo con el texto una vez que fue concebido. Es frecuente encontrarse con colegas que nos dicen: estoy trabajando en el final de un cuento, o estoy corrigiendo el principio de la novela, estoy limpiando los diálogos, voy a pasar a tercera todo el primer capítulo. Estas son, para los escritores, tareas tan comunes como para el docente revisar bibliografía o calificar exámenes, o para el piloto de avión hacer cursos de adiestramiento y control en simuladores, o para el ama de casa ir al supermercado y hacer la comida. El tiempo de relación con un texto es, se podría decir, un asunto que compete a los escritores profesionales. No conozco a ningún escritor que pueda enorgullecerse diciendo: este cuento o esta novela salió de un tirón y así se publicó. En todo caso, un cuento puede haber sido escrito de esta manera, pero no creo que la experiencia pueda repetirse en toda una vida literaria. Entonces, ¿por qué le cuesta tanto al principiante aceptar este trabajo? ¿Por qué no puede encontrar en él más que impostura o, en el peor de los casos –cuando recibe una crítica del coordinador de taller o del lector calificado que analiza sus textos–, un descrédito hacia su talento o futura carrera literaria? Los errores que no se señalan en un taller, o en una lectura analítica y profunda, van a ser señalados más tarde –y sin ningún tipo de sugerencias sobre cómo enmendarlos– por el jurado de un concurso o por el editor que reciba ese texto cuando el autor quiera verlo publicado. Sería conveniente entonces comenzar a familiarizarnos con el tema del trabajo de corrección. No sólo para evitar la desilusión cuando enfrentemos el texto a la siguiente instancia en su camino hacia el público anónimo, sino para, cuanto antes, descubrir el placer que anida en esa tarea. El autor principiante debe saber que el trabajo sobre un texto es, por lejos, uno de los más creativos y apasionantes que nos toca. Porque no es el instante de la concepción de la idea del cuento o de la novela el que define el arte de escribir, sino ese trabajo tenaz e implacable, ese sumergirse entre las palabras y formas vertidas para encontrar el tesoro de las que van a construir una radiante totalidad.
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