Bonus Track · Cómo empecé: Diana Bellessi
Una persona de fe salvaje y loca. Entrevista (Fragmentos)
Por Ana Cerri
LA GALLINA, UNO DE ESTOS MISTERIOS DEL MUNDO
Durante la entrevista Bellessi trae a colación El Jardín secreto, documental que Cristian Costantini, Diego Panich y Claudia Prado filmaron sobre su vida.
Ana Cerri: –Tus primeros cuadernos. Aquellos que llenabas con las vocales; las primeras letras.
Diana Bellessi: –Los chicos lograron algo extraordinario con la película. Yo ahí dando vuelta el cuadernito y leyendo las primeras frases: Dianita Elda Bellessi. Los dibujos de las gallinas, con plumitas batarazas que recogía con mi mamá para pegar en el cuaderno. Todo eso sigue teniendo un poder en mí –no es que lo haya tenido cuando yo era niña–, ahora lo veo y digo: ¡Ahhh…! Eso es más grande que todos los milagros que me pueden traer de los platos voladores o de cualquier cosa, tan grande como eso. Lástima que uno haya tenido que vivir tanto de los desaparecidos… Yo sigo teniendo una fascinación total por los cuentitos de aparecidos, los que nunca se sabe si son de este mundo o de otro. La gallina bataraza no era algo menor ni de otro tenor: aquella pluma me traía la gallina entera y se convertía –como dice Alejandro Crotto en un poema de su último libro– en una maravilla total. Permanecer con la vista fija en una gallina, o cualquier otra cosa, es extraordinario; uno de esos misterios del mundo. Ya lo decía Clarice Lispector y lo dice la historia entera de la humanidad, no hay muchas novedades: es lo que ve la gente cuando lee un poema, eso que la emociona.
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EPIFANÍAS
AC: –¿No sentís que un escritor tiene la misión (no quiero decir vocación para no mezclar), de recordar esos momentos de la infancia, esos momentos litúrgicos que se nos revelaban a algunos chicos que nos escapábamos de o hacia la soledad? Porque siempre he tenido la impresión de que esas revelaciones se dan cuando uno está escapando de una realidad mucho más dura.
DB: –Vos sos una “recordadora” extraordinaria pero yo, soy una recordadora en bruto. A lo loco.
AC: –Tenés epifanías.
DB: –Sí, y esas epifanías se dan cuando uno tiene hambre y sed. Eso ya lo decía la chamana de los hongos, María Sabina. Ella descubrió los hongos porque tenía hambre. ¡Por hambre! ¡Por hombre comió los hongos!
AC: –Y ahí, alucinó.
DB: –Ahí, toda la maravilla, que en el caso de esta mujer fue enorme. Los cantos que compuso fueron extraordinarios. Son muchos los chamanes que toman hongos pero no todos son extraordinarios. María Sabina lo fue. La poeta del milenio. A María le digo la poeta del milenio por los cantos, porque toda su creación estaba en lo que ella veía y sentía. Con esos cantos también curaba. Cuando ella dice: “Yo soy la mujer de Jesús, yo soy esto o lo otro”, lo dice por hambre. Entonces, en la vida de todo poeta, de todo escritor lo que siempre ha habido es una enorme vastedad de hambre.
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LECTORA RAMPANTE
AC: –¿Tenías algún lugar al que te ibas a leer?
DB: –Yo me subía a los árboles a leer. Me encantaba subir a los árboles y leer, leer durante horas. Eran lugares protegidos del resto del mundo; lugares ideales y mágicos, además. Empecé a leer cuando todavía estaba en el campo. Cuando me fui de ahí, a los siete años, ya leía. Ya tenía libritos y recuerdo haber leído mucho también escondida en las trojas de maíz, arriba de los techos de la casa o en el predio de las cañas de bambú. Leía en los lugares más insólitos. Eran lugares para estar sola en medio de los mundos extraordinarios que uno se creaba. Uno podía imaginar muchas cosas donde no había nada, ni siquiera, una gallina.
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LA IMAGEN OVAL
DB: –Cuando me fueron a bautizar, mi mamá dijo mi nombre y el cura le dijo: “Pero esos no son nombres; ni el primero ni el segundo son nombres”.
AC: –No son nombres religiosos, de santos.
DB: –Claro. Mi mamá, entonces, miró hacia arriba y vio la imagen oval pintada en el techo y dijo: “Ésa”. Santa Teresa, le dijo el cura. Y me pusieron Teresa. Es el nombre de bautismo. El tercer nombre que casi nadie conoce. Ahora ya no está más, pero cuando yo era niña allá, en lo alto del altar; allá en esa oscuridad, estaba la imagen oval de Santa Teresa. Yo, para todo el mundo me llamo Diana Elda. Elda era el nombre de mi mamá. Teresa no aparece en ningún lado; solamente en la libreta de bautismo que por desgracia, no la tengo; se debe haber perdido.
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LA NIÑA DE LA NOCHE BUENA
AC: –Los ritos litúrgicos te atraen. Los del Sábado Santo, sobre todo.
DB: –Tardé mucho en llegar ahí. Yo era una niña de la Noche Buena; fui una joven de la Noche Buena, pero llegar al Viernes Santo me llevó muchos años de mi vida. ¡Y emocionarme por eso! La Pascua fue un hueso duro de roer, me llevó toda la vida entenderla. En cambio el Niñito, en medio de las ovejitas…
AC: –Era más atractivo que el crucificado.
DB: –Sí. Ese hombre tan lastimado, esa cosa tan cruel de la Pascua que es como la historia que hacemos, me llevó muchos años. Me llevó los años de los compañeros desaparecidos. Me costó mucho conectarme con ese lugar. Y además de los compañeros desaparecidos, la tortura y los muertos, es la propia muerte a la que todos estamos prometidos. La muerte personal. Cuesta llegar ahí. Al Miércoles de Cenizas, al Viernes y por último, al Domingo de Resurrección.
AC: –Sin embargo, el rito te gusta. La renovación del fuego, la bendición del agua.
DB: –Sí. Me encantaba ir a la celebración en la isla, pero ya no hay más. No hubo nunca más. Hicieron la iglesia pero no celebran la Misa de Resurrección. Eso es algo muy católico.
AC: –No hay resurrección.
DB: –No hay resurrección en la Iglesia católica; se habla mucho pero después, nada. Recuerdo una vez que fui a una celebración, ¡y fue tan lindo! Pero no hay segundas vueltas. Ese año fue como si se desgarrara un velo y uno viera, uno entendiera por qué tanta gente es cristiana. Pero no me hagas quedar como una católica, que no es lo mío.