Cartas de Srečko Kosovel
Para completar nuestro homenaje a este notable escritor esloveno, al que no en vano se ha dado en llamar “el otro Rimbaud” (ver sección Azimut Número 12) y con el objetivo de que su obra pueda difundirse entre los lectores de La balandra, compartimos, en una exquisita traducción de Florencia Ferré, dos cartas escritas por el propio Kosovel a la corta edad de veintiún años. En ambas sorprende esta voz de extraordinaria intensidad y lucidez, y la vigencia de las reflexiones que vierte sobre el arte, la belleza, los ideales, la política y la filosofía.
Traducción especial para La balandra: Florencia Ferré
Tomadas del libro Izbrana pisma [Cartas escogidas], Liubliana, Mladinska knjiga, 2006 (aún inédito en la Argentina)
A Karmela Kosovel*, 19 de febrero de 1923
Querida Karmela:
Hace tiempo que te fuiste, y créeme que aún no puedo borrar de mi memoria tu lugar en la mesa y en el piano. Me parece que estás en todas partes, sólo que no puedo verte con los ojos del cuerpo; me parece oír una banda de música a lo lejos; lejos y como si se fundiera en una sola cosa con la eternidad. Y oigo una voz a la distancia como un llamado lánguido y nostálgico de corazones que escuchan a la noche, y oigo un juego de voluntades como un himno del trabajo y de la vida. Este último me parece un himno de batalla, de una batalla interminable, como diría Nietzsche. Batallar, batallar y batallar, eso es la vida; y la batalla por la belleza absoluta es la vida elevada. De vez en cuando me viene a la mente la idea de que batallamos muy poco, con fiereza, cara a cara, mostrando los puños, que muy poco batallamos con nosotros mismos. Demasiado poco nos miramos a nosotros mismos, a pesar de que hemos renunciado a ese Dios de la Iglesia; pero si hemos renunciado a él, entonces debemos crear nuestro punto de apoyo; sí, y ese punto de apoyo es el ser humano, es el alma. Dios es sólo una imagen, sólo una metáfora de la belleza ideal que existe a partir del amor y la bondad. Y la eternidad es nuestro camino a esa completud. Somos como los peregrinos, andamos, andamos, y nuestros caminos se cruzan en la eternidad. La belleza es su propio mundo, pero no encierra su propio mundo, es como las flores, que entraman cada rama y cada brote de la vida. La belleza es sólo una parte del todo, es sólo una parte del universal absoluto: Dios. Pero la belleza es también una pintura del absoluto total de cada acto, es la pintura de nuestra lucha y nuestro padecimiento, de nuestra felicidad y nuestra nostalgia, de nuestro amor y nuestra resignación. Por eso la belleza se diferencia de la verdad sólo en que (a mi entender, por supuesto), la belleza es la pintura de algo orgánico, vital, cercano, afín, y porque es afín a nuestra vida, nos da calidez, podríamos decir. Por eso el arte es emocional y el conocimiento es intelectual (mental). El conocimiento produce solamente leyes, que son probables (hipótesis); la belleza (el arte) produce reflejos del acontecimiento verdadero. El conocimiento persigue la verdad, y puede equivocarse; el arte produce vida en la forma cerrada de la belleza. Y dado que en esta era racional y materialista es necesario probar que el arte tiene también su objetivo, que es conformar una nueva vida en las almas, entonces el arte es para mí sólo forma, las ideas pueden ser variadas; lo importante es que esa idea viva en el alma de la humanidad, no sólo en las teorías. El arte más puro es la arquitectura y la música, luego le sigue la pintura, que depende del objeto (el paisaje, el retrato, la alegoría, el símbolo); el menos puro es la literatura, por eso ella puede ser el reflejo más completo de toda vida, que tiene su expresión más concreta, la palabra, que es más determinada. Esto es, la palabra humana es un símbolo conocido, la música es, en este caso, como la palabra de una lengua que aún no conocemos bien, igual que la pintura y la arquitectura. Por eso es la literatura el arte más difícil, porque siempre hace falta algo nuevo, bello y vital. Yo estoy muy contento de que busquen con tanto ahínco su forma de expresión y me sumo a ese deseo con ustedes; muchas veces de veras habría querido estar incluso entre ustedes. Como bien sabrás, la filosofía es bella y yo me siento muy a gusto con ella a veces. Pero no me gusta la filosofía muerta de los sistemas, sino la vida, la vida. ¡En la vida hay tantos problemas que el ser humano debe resolver, tantas cosas! Ahora estoy en casa repasando a Renan: la Vida de Jesús; si supieras qué bello es, voy a buscar una expresión para el elevado padecimiento de este ser humano: Dios. Quisiera retratarlo en un relato, pero tantas veces como intento reflexionar sobre el tema, veo miles de puntos de partida. Tal vez prepare algo aquí; ahora estudio para escribir algo más bien ensayístico “Cristo y no la Biblia”. También leí de un tirón el libro de Curci Ideal de vida, bello y profundo. No le falta sentido crítico. Hay mucho de paradójico en el libro, aunque yo respondería a esa pregunta, es decir, a esa afirmación: aquello que vemos con los ojos no es necesario mostrarlo; la paradoja reside en que es al menos la belleza del misterio, y a la vez el camino posible hacia la verdad. Para Curci arte = fantasía, lo cual podemos entender absolutamente a la luz de su idealismo, que significa estricta espiritualidad y cuyo fundamento es: todo es sólo la formación del alma, así, también la vida (del cuerpo) es sólo una forma de la vida espiritual, sólo la posibilidad de realización del espíritu. Entonces, ¿dónde está hoy la causa de que el arte no se derrame en las almas de la nación? Está en la forma del país. No el artista, sino el país debería educar al pueblo. Y por eso no admito el arte “para las masas”, “para la elite”, “para los elegidos”, “el arte por el arte”, sino el arte que es síntesis de la vida y que muestra la belleza en todas sus formas. El arte proletario no existe como arte político, existe como nuevo caldero del arte y nada más. El arte es también crítica, en tanto se acerque a la expresión clara (la más comprensible). Por eso el arte es culto, y su base está en la educación otorgada por el país, no en la explicación del artista. Tal vez lo que escribo te aburra, en especial porque está muy mal escrito, pero has de saber, y ver, que de la conversación se hace todo el artículo que servirá como defensa de esta pobre “huerfanita” (1) del arte. “Yo quisiera ser pintor o músico; yo quisiera ser poeta y filósofo”: ésta será la clave del hombre progresista. Quisiera acompañarlos a ustedes alguna vez a la galería o a la ópera; es una pena que no sea posible ahora, pero casi seguro lo será el año próximo. Desde Liubliana te escribiré más, y no tan en vano. Escríbeme algo, ¿cómo estás?
Muchos saludos.
Srečko
(1) Desetnica en el original. Alude a la creencia popular de que la décima hija mujer (o el décimo hijo varón) están predestinados a vagar solos por el mundo sin volver a casa, como huérfanos mendigos.
A Avgust Černigoj**, Tomaj, 7 de enero de 1924
Querido Avgust:
Este silencio se ha prolongado hasta el mar insondable; ahora habría que escribir no una carta, sino una novela. Créeme que no tengo la culpa. Varias veces empecé a escribir y dejé la carta a mitad de camino, o la rompí una vez terminada. No puedo garantizar que sean auténticos los pensamientos que me surgen solos a veces, y que se ahogan tan rápido que no es posible decirlos. Soy demasiado escéptico como para creer en lo que digo, pienso, escribo; por eso reviso mis cosas –a veces buenas–, reflexiono, y a menudo las rompo. Me encuentro en un estado tortuoso que muchos no pueden comprender, y a veces no creo ni siquiera en lo que llamamos arte, belleza. Por eso escribo muy a disgusto –tal vez, en el curso de seis meses haya escrito apenas seis cartas–. Cuando estoy completamente desesperado creo sólo en la materia y en el pensamiento a ella atado, que no puede ir demasiado lejos, y entonces de nuevo todo es posible en mí, todo, todo; el alma recobra fuerzas y veo que la desesperación es sólo una trampa sobre la realidad, que no puede ser mentira. Así estoy. Quisiera poder determinar qué estoy viviendo y dónde, para qué y cómo, qué soy, pero no puedo.
Sin embargo, estoy casi convencido de que no hay ninguna cosa tan real como el arte, ninguna cosa tan sublime como la belleza. Si no hay materia, hay al menos alma. Si no hay Verdad, hay al menos Belleza. Y en ella está oculta la verdad, que es Supraverdad.
Yo no creo en nadie. Pero creo en aquello que siento en mí: en el alma. Esto es lo mío. Que cada cual busque una forma de expresión para su vida o intente hacerlo, que revise y así verá si es un artista. Pues el artista sólo nace del ser humano.
Créeme, tal vez lo has percibido en carne propia.
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Hoy recibimos una carta en la que Karmela cuenta acerca de una cámara fotográfica. Te la presto de buen grado, si te sirve. La recibirás en uno de los primeros envíos. Aunque es de 4 1/2 x 6 puede estar bien. Tengo también algunas placas –tal vez aún estén en buen estado–, te las mando o seguro se echarán a perder. Te mando también dos marcos para copias y lo necesario. Sabes que me gusta complacerte.
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Sigo ahora por la noche. Releo lo que escribí y estoy terriblemente apenado; no he podido decirte lo que quería. Es terriblemente difícil decir lo que se piensa, y aún más, lo que se siente en el alma. He pensado muchas veces, y sigo pensando, cuál es la diferencia entre la pintura y la poesía. Ambas son la comparación del interior del alma con lo exterior. Pero la pintura (en mi opinión) se ha desviado drásticamente hoy en día de su objetivo primero. Hemos llegado a un punto en que casi toda pintura es sólo la expresión de un pensamiento. En mi opinión es un error. Porque cada sentimiento, cada vivencia, es sólo una parte del paisaje del alma, que es un fragmento de la totalidad de la vida, que es la vivencia del despliegue de lo humano y la libertad del alma. Cada poema surge de todo un caos de comparaciones, imágenes, pensamientos. Del mismo modo cada pintura debe surgir de líneas y tonos que confluyen en una idea que construye un objeto plástico en sí, que da a esa pintura verdadera vida.
Hoy la mayoría de las pinturas son esquemas, aunque embriones inteligentes, pero el arte tiene su fundamento en cómo crear una obra de una nueva manera. Sin duda para eso es necesario alcanzar los elementos de expresión y luego así construir la pintura.
Hoy todo el arte está en estado de movimiento, dinámica, música. Su única idea es la duración, mostrar lo eterno en el ser humano, mostrar el alma en su despliegue, debe mostrar un mundo donde por fin el ser humano se vuelva completamente libre; el hombre debe tender a que cada uno de sus gestos sea el reflejo de su espiritualidad. Así llegamos al punto más alto del arte, al arte griego (Platón), cuya forma no es para nuestros días, pero que contiene tantos elementos del alma que es el único que puede salvar todo este abismo contemporáneo.
Puede decirse que crear es mostrar la espiritualidad en la materia (es decir, en la forma, el símbolo, de la materia); puede decirse que crear es espiritualizar la materia.
Cada arte vive y crece en la vida, pero su forma es símbolo de los tiempos que vivimos. Debe ser eterna. Debe ser libre. Debe ser expansiva.
Que este sea nuestro programa para el arte contemporáneo. Aunque no es un programa, es una intuición. Todo lo que el hombre siente es digno de la vida. Si su sentir es más elevado, vale por una vida más elevada.
En Liubliana vivo más bien solo. No quiero reverenciar a nadie y si puedo, lo evito. Combato mucho, dejo a los viejos –no vale la pena pelear con ellos–, peleo con los jóvenes.
Trabajo; cuando tenga tiempo de pasar en limpio, te envío algo.
Por ahora en Liubliana no hay nada para ti, pero me gustaría que vinieras, aunque allá hay una gran podredumbre. Yo te recomendaría que vinieras primero a Primorje, aquí podrás ganar algún dinero más fácilmente que allá, donde revolotean los Bucik, Šantl, etc. En Primorje podrías vivir un año, trabajar, llenarte, y luego disparar con todo un arsenal de pinturas a Liubliana. Allí podrías lanzarte más fácilmente a la vida y empezar.
Si tomas fotografías, mándame algunas. ¿Has hablado con Ribičič? Miklavž es muy hermoso. Incluso la pintura de la introducción, Monstruos, era bella. ¿En qué andas? Cuando tengas tiempo, escribe.
No me tomes a mal que no te haya escrito en tanto tiempo. Ahora voy a tratar de portarme mejor. Si no tienes dinero, pon una lista en la carta de Karmela.
¡Saludos! Sabes que estoy al menos en mis pensamientos contigo. Tuyo,
Srečko
Acerca de los destinatarios de las cartas
*Karmela Kosovel fue una pianista eslovena (Sežana, 26 de septiembre de 1899 – Steinach am Brenner, 9 de marzo de 1990). Vivió y estudió en Sežana, Pliskovica, Tomaj, Maribor, Liubliana y Trieste. En 1923, terminó en Munich sus estudios de piano. Dio clases en Viena y en Liubliana. La relación con su hermano Srečko era muy cercana; en sus cartas intercambiaban consejos y hacían proyectos como, por ejemplo, organizar veladas literarias con la participación de ambos; la muerte prematura de su hermano impidió concretarlos. Srečko tradujo a pedido de ella tres poemas en prosa de Aloysius Bertrand para los que Maurice Ravel compuso en 1908 la música para piano con el título Gaspar de la nuit.
**Avgust Černigoj fue un pintor y gráfico esloveno (Trieste, 24 de agosto de 1898 – Sežana, 17 de noviembre de 1985). Estudió en la escuela de artes y oficios de Trieste y después de la Primera Guerra Mundial enseñó dibujo en Postojna. Fue profesor en Weimar en la Bauhaus, donde recibió las bases de su formación en el constructivismo. En 1925, por un conflicto con el poder político a causa de una exposición suya en Liubliana, dejó la ciudad para volver a Trieste. Es uno de los representantes más relevantes de la vanguardia eslovena en artes plásticas.
Véase también: http://museums.si/sl/author/details/21/avgust-cernigoj