Editorial La balandra · Nro. 9
Cuando surgió la idea de homenajear a la poesía, nos propusimos no sólo reflexionar sobre su hacer, como es nuestra costumbre, sino también rescatar nombres que, siendo venerados por su obra lírica –con trayectoria o sin, premiados o no–, resultan sin embargo menos conocidos para el lector de narrativa, al menos en su generalidad. Porque qué sentido tendría referirnos a poetas magistrales como Arthur Rimbaud, o Sylvia Plath, o Gelman, o Machado, Pizarnik, Huidobro, Borges, Darío, Baudelaire, Orozco, Pedroni, Eliot y tantos otros, habiendo ya publicaciones que los nombran y citan una y otra vez para mostrarnos su genio. Un panorama representativo del mundo lírico menos “popular” –el que entreveíamos desde nuestro vecino lugar de narradores– era el objetivo. Creímos que así se acotaba nuestra búsqueda, pero aquí es donde la ignorancia nos llevó al error, porque más nos adentrábamos en el “reino de los equivocados”, como le dice el cubano Víctor Rodríguez Núñez a este género literario que nos ocupa, más talentos se nos iban revelando, más obra, más trayectorias insoslayables, como si hubiéramos descubierto un jardín con infinidad de especies de plantas y piedras cautivantes. ¡Tantos y tan formidables poetas hemos conocido en la investigación para este número, argentinos, extranjeros, de esta generación o de las anteriores, tantas editoriales que vienen apostando a la poesía, tantas obras que pueden cortar la respiración o devolverla! Buscar los modos en que pudiéramos hacerles algún lugar fue una tarea febril, y sin embargo, inútil. Tuvimos que resignarnos: una proporción desorbitante, sin justificativo, quedaría fuera. Nuestras más sinceras disculpas a ellos, poetas inmensos, editoriales destacadas, docentes e investigadores de lujo a los que no logramos incluir, y a ustedes, lectores, por esta contingencia inesperada, que, sin embargo, nos vivifica: el mundo no está perdido mientras la poesía siga teniendo esta descomunal actualidad y vigencia.
Alejandra Laurencich