Nuevos Poetas · Tom Maver

 

A lo largo de mi vida
construí muchas casas.
De todas me fui, las dejé vacías,
plenas. Entre una y otra fui encontrando
una soledad donde mi alma aprendió
que lo que amamos no tiene protección.

Ninguna de ellas me pertenece.
Para mí, las paredes, los cuartos de baño,
las piezas, responden sólo –ahora lo veo-
a la tenue organización de la nada.
¿Cómo dejar intactos los cimientos
de mi errancia,
si todas las puertas están abiertas
para que llegue a cualquier punto
de su encierro?
Pero si no hay a dónde ir
en rigor, no podemos ser prisioneros.

Bajo cada techo
pienso con tranquilidad y malicia:
Estos refugios que amparan mi desvarío
no saben hasta dónde podría llegar.

 

El paracaídas
se abrió
como una solución
………….provisoria

como un nido
del que por primera vez
me lanzo
a sentir otra
respiración
ligada al viento,

caigo

sin que las lágrimas
me detengan

contra el final
del sueño
hasta la raíz misma
………………….de la caída
donde encuentro el agua
que me mantendrá despierto
en medio de esta noche.

 

Ruinas de Quilmes

Me acerco sin permiso a tu pueblo caído.
Miro alrededor y me asombra la altura,
las misteriosas penitencias del sol,
esta raza mutilada que peleó
y lloró como estos escombros
que me rechazan.

Cacique:
toco apenas el límite quebradizo
que aleja lo propio de lo ajeno
y siento en los intrincados caminos
de mis venas
……un baile, un grito, una lanza
bajando –¿a la guerra,
.hacia mí mismo?-.

La tierra me ciñe y mis ojos
se arriesgan a mirarla
íntegramente.

Entre estas ruinas
yo te presto mis ojos, Cacique:
mirá de nuevo tu vasto imperio.
Si no te distraés demasiado
quizá veas con el rabillo, de modo fugaz,
al extraño que mira conmigo
y te preguntes quién es.

 

(Poemas pertenecientes al poemario Yo, la incesante nieve. Huesos de Jibia, 2009)