Libreros · Román Solsona: “La Balandra es un buen tema de conversación”

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Entrevista a Román Solsona, librero de Abelardo Libros

¿Qué impulsa a un librero a tener La balandra en su vidriera? Sus clientes ¿esperan la salida de cada nuevo número de la revista? Proporcionalmente, ¿qué lugar ocupa la revista en la demanda habitual de la librería? Son algunas de las preguntas que le hicimos a Román Solsona, librero de Abelardo Libros, una hermosa librería donde se vende La balandra en San Pedro. Compartimos sus respuestas.

La balandra en Abelardo Libros

Román Solsona, frente a la vidriera de Abelardo Libros.

 

–¿Por qué elegís tener La balandra en tu librería?

Porque apuesto a la existencia de una revista sobre narrativa. La creo necesaria. Y en la avaricia inconsciente de mirarse el ombligo, uno supone que el público comparte los mismos intereses y gustos.
La Balandra es una suerte de monitor que nos muestra los quehaceres de la escritura y, al mismo tiempo, una propuesta de lectura sincera para abordar algunos de los autores que conviven en los estantes. Si un cliente busca El espejo que tiembla, de Abelardo Castillo, se chocará con una invitación que el librero traducirá en pregunta para que no parezca exageradamente un convite impostergable: “¿Leíste la nota de Castillo en La Balandra?”. Si al irse lleva en su bolsa un libro y una revista, entonces podremos despedirlo con un “Lo de la narrativa venezolana está muy interesante también.” Por escenas como ésta uno no puede dejar de tener en la vidriera el último número de La Balandra; desde el reflejo del vidrio envuelve a escritores y lectores.

–¿Cómo espera tu público frecuente el lanzamiento del próximo número de La balandra?

Los clientes más amigos suelen consultar semana a semana, cuando presienten una nueva edición de la revista. Estos son los Balandreros. Hacen el encargo, a la pasada o por mail, y apenas llega La Balandra a San Pedro pasan por su número. Los visitantes más esporádicos, en cambio, se hacen de a dos o tres ediciones cada vez que visitan la librería.

–¿Se busca en general conseguir el último número o hay clientes que se interesan en tener la colección completa pidiendo ejemplares de números anteriores, más allá de los tiempos de salida de nuevos números?

La clientela más ansiosa, la que resopla cuando no se consigue tal o cual libro, acostumbra a ir número a número; al día. Sin embargo ha pasado que muchos han descubierto la revista luego de la quinta o sexta edición y vuelven a buscar los números anteriores.

La fidelidad de las secciones, la calidad buscada y conseguida, una nueva manera de abordar la narrativa, convierten a La Balandra en una revista para coleccionar. Quien lo advierta intentará completar los –hasta ahora– seis números que han salido.

–Proporcionalmente, ¿qué lugar ocupa La balandra en la demanda habitual de tu puesto/local?

Evitaremos pretensiones al comparar la demanda de la revista con las novedades editoriales que mes a mes decoran los ventanales de las librerías. Más bien La Balandra viene por la banquina del mercado. ¿Por qué? Sencillamente porque las novedades –no todas, claro- son efímeras y no persisten. El camino de los clásicos, por poner un caso, es menos vertiginoso comercialmente, pero más regular. Digamos, siempre hay que tener en stock a Pizarnik: no la van a pedir sostenidamente durante una semana, mañana, tarde y noche, pero siempre tendrá sus lectores a pesar del tiempo. Invariablemente habrá mujeres y hombres que pregunten por la Poesía Completa, de Pizarnik. En ese camino ubico a La Balandra, porque otro día consultarán por Bolaño y por el último número de la revista. Esos son los clientes que más espero.

–¿Cuál es el comentario recurrente de tus clientes/lectores sobre La balandra?

Los comentarios son específicos. A veces suenan a sorpresa, como fue el caso de la nota de los grandes rechazos editoriales incluida en La Balandra número tres. Otras veces pueden caer en la obsesión sobre algún tema o escritor en particular. También las anécdotas son retenidas por los lectores, como las que se desprenden de las entrevistas a los “santos editores” y sus historias de oficio frente a los caprichos de ciertos autores.

Cuando La Balandra desmitifica y desenmascara diferentes aspectos de la narrativa y logra bajarla de aquella cumbre inalcanzable para el común de la gente, vuelve más horizontal la literatura. La gente agradece eso.

-¿Por qué recomendarías a un cliente que compre La balandra?

Porque escribir, leer y proponer lecturas es un modo de perdurar. Si ese signo de resistencia es abrazado por una producción que contenga las tres tareas, no podemos dejarla pasar. Es y será una revista de consulta permanente y siento que debería estar en las bibliotecas de aquellos que cruzan la puerta de Abelardo Libros. No es elegir por los demás, sino convidar.

Además, para qué negarlo, me gusta charlar sobre literatura. La Balandra es un buen tema de conversación.