¿Cómo gané? La experiencia íntima de ganar un certamen literario
En este número especial dedicado a concursos, creímos interesante reemplazar nuestra sección habitual de “Cómo empecé” por ésta que hoy les presentamos. Pues todo autor que está dando sus primeros pasos en la ardua tarea de dar a conocer su obra sueña con ganar un concurso literario que lo catapulte a la fama, o más modestamente, al reconocimiento de su escritura. ¿Pero qué pasa cuando finalmente ocurre? ¿Toda obra es apta para cualquier concurso? ¿Es mejor llegar al galardón luego de un camino marcado por los éxitos? ¿La vida cambia después de la premiación? Para despejar algunas dudas, La balandra se acercó a seis autores de diversa trayectoria, para que nos cuenten en detalle la experiencia de ganar un certamen literario y lo que significó, para bien pero también para mal, en sus vidas.
“Maldije a Dios y la hostia por haberme enganchado en asistir a una entrega de premios donde ya sabía que no había ganado nada, donde ni siquiera recibía la susodicha mención y para la cual había reventado la tarjeta de crédito en un vestido con búlgaros que me hacía ver gorda.”
Patricia Suárez
“Los premios han funcionado siempre en mí como un compromiso de revisión de textos. Ante un objetivo concreto, me siento, leo, corrijo, apurado por el cierre y el deseo casi deportivo de ganar.”
Horacio Convertini
“Porque hoy, todavía, cuando lo cuento, siempre hay quien me mira con asombro. ¿De veras vos ganaste el Rulfo? Sí, lo gané. Hace mucho tiempo.”
Laura Massolo
“Vivía en una casa más del Gran Buenos Aires, tenía el apellido más común de la lengua española, trabajaba mil horas en lugares que detestaba y mi vida no transcurría entre fiestas y tertulias literarias. Era obvio que nadie nunca iba a presentarme a un escritor o a un editor de carne y hueso. Mejor que trabajara realmente en mi escritura porque era lo único que tenía. Y eso hice.”
Betina González
“Y ahí yo tenía un problema: había recibido un segundo premio en un concurso importante, pero mi libro no se iba a publicar, porque sólo se publicaba el primer premio. ”
Mauricico Koch
“Lloré, tomé un cheque, volví a comer y a tomar, festejé todo lo que pude y volví a casa. Lloré de nuevo. Salté en mi monoambiente. Tres de la mañana. Me bañé. Luego, me senté. Miré por la ventana. Suspiré. Hasta que entendí. No gané. No había ganado. No, al menos, el concurso al que me había presentado.”
Luis Mey
[…]
Se puede acceder a la nota completa en el Número 8 de La balandra digital, o en en la versión en papel, para lo cual hay que suscribirse.