BONUS TRACK Nro. 14: Azimut
Cita*
Néstor Sánchez
En resumidas cuentas y más allá de las habladurías y de las adiciones todavía posibles ¿dónde estuvo metido durante los diez años largos que van de una cosa a la otra? ¿Una vez más le robaron diez años largos de un bolsillo interno con tanta frialdad, miserablemente?
Pero sin embargo y sin mediación alguna habrá creído leer cada vez que pasaba con mucha lentitud las páginas de ciertos libros que habrá creído recuperados, le habrá parecido escuchar todo tipo de sonidos diferentes, trinares y croares, músicas instrumentales del cuatrocientos, bandas parlantes en los cines, coros de diarieros y sirenas de barcos; habrá creído reconocer palmo a palmo la propia isla abarrotada de resplandores inconfesables donde cada tanto se remonta cierto loquero de gaviotas aunque no llegue precisamente alguien, admitir la muerte chiquitita y verosímil como nunca, incluso la voluntad casi deliberada de no añadirle una sola palabra, de restarle todo tipo de importancia aleatoria.
Por completo convencido de que tocaba otra vez arena o de que palpaba otra vez la piel de otro cuerpo o de que los dedos reconocían huesos debajo de la piel y de la carne ajena, habrá creído rasgar cáscaras frágiles, cáscaras quebrantables con un único movimiento de choque, cáscaras masticables, experimentar superficies planas tanto con las palmas como con los ojos como con los pies, accidentes de paisajes y puertas cerradas como para siempre más cierto desasosiego indiferenciado frente a la locura otra vez nocturna y chiquitita, frente a la mejoría rapidísima de esa locura otra vez nocturna y afortunadísimamente fugaz.
En resumidas cuentas y más allá de las conjeturas habrá presentido y olvidado que había presentido y hasta recordado los otros olvidos, papá muerto, mamá y el marido de mamá envejecidos, Luis menos mellizo que nunca, los sueños recuperándolos vivos, recuperándolos con ropa adecuada a la época y usted por lo general fuera de cuadro, por lo general en off, convertido en esa cámara oculta de la que hablara en su oportunidad Figueras pero si se quiere con excesivo desprecio.
Porque lo único cierto es que allá, papagallo entre papagallos y arañando cada tanto una emocionalidad absolutamente desconocida y más tarde prácticamente irrecuperable, en plena selva que al mismo tiempo lo aludía y lo excluía, es verdad sin medios precisos y con el reparo de siempre a exceder lo más o menos razonable o garantizado por la tribu, sin motivos plausibles o a lo sumo verificables con los otros, llegó a sospechar que tal vez no eran exactamente lo que suele decirse hijos de la revolución industrial y por lo tanto a conjeturar que en una de esas eran hijos desmemoriados de por ejemplo los egipcios, aquello que Kressel llamara alguna vez el hilo rojo y que usted al principio se figurara al pie de la letra como un hilo rojo y muy extenso que enlazaba las fuentes imaginándose a las fuentes como fuentes, lo oculto como tapado por algo, imaginándose astrólogos pederastas al fondo de cuevas intransitables a causa de tanto excremento de lechuza, derviches que se enroscaban el hilo rojo como una bufanda y de inmediato seguían danzando para ilustrar inútilmente la movilidad relacionable de un universo de anticipación.
Pero también le hablaron de un precio a pagar por adelantado, es decir al revés de todo lo que usted aprendiera desde muy niñito en relación con el sufrimiento incurable, al revés de todo el desgarramiento al que no se sabía arrastrado desde la adolescencia más o menos prematura hasta irrumpir entre adolescentes viejos y pueriles, entre el gran sermón declamatorio y pueril y repitiendo las mismas idioteces, la misma queja como pago atrasado, la misma insistencia de que no hay tal hilo ni tal memoria porque todo empieza en usted y entonces usted acumula tres o cuatro docenas de frases, las memoriza, y sale a moverse con ellas en un mundo evidente, hijo de su tiempo, lleno de baba evidente, a moverse en un mundo real colmado de personas absolutamente reales.
Eso es: repita ya mismo que allá llegó sin garantías y por medios indescriptibles y simplísimos con todas mayúsculas a CREER SENTIR la unidad grandiosa de una memoria difícilmente recuperable, inscripta y humildísima, que con todas mayúsculas llegó a CREER SENTIR UNA ESPECIE DE MEMORIA MILENARIA que paradójicamente le pedía ser más pobre que nunca, a saber pobre de la pobreza o mejor despojado de la pobreza infinita que le impedía ser pobre y volver al hambre (pausa breve) de hambres.
Jure entonces si le parece que por chispazos llegó a aceptar cagado de miedo que cada palabra debía ser redicha, que cada palabra debía ser reescuchada, que cada palabra debía ser representida, renecesitada para aquello que necesitaba nombrarse por primera vez, que cada palabra debía ser paulatinamente remerecida.
Y entonces sí, como quien no quiere la cosa, como quien se necesita máscara de nada en la palabra espejo remerecida, terminará ganándose el derecho o sea podrá aludir sin ningún cargo de conciencia a aquella noche dos veces pobrísima en que salió solo de la pieza compartida con Raquel M. y pasó junto a la mona dormida y buscó el sendero del jeep amarillo rabioso que otra vez dejaban del otro lado del río a causa de las lluvias torrenciales, solo al sendero a tan pocos días de que aquellos dos desaparecieran a la madrugada, a tan pocos meses de que estuviese a punto de ser vendida la cosecha y de que se fueran en el jeep por encima del cerro hasta el otro lado del cerro ahora invisible en la oscuridad, solo y caminando con piernas que se flexionaban, sintiendo también los brazos a través de ese paulatino bochorno de claridad oscura, de la oscuridad resplandeciente en el croar entre culebras y culebras agazapadas y ruido de hojas, deslizamientos furtivos e invisibles entre las hojas y tanto barro y lianas, solo al barro chirle del sendero del jeep sin miedo a nada, sin miedo a las lianas ni al pantano ni a la crecida del río ni a la caída del pelo ni a las estrellas fugaces ni a que las sombras terminaran llevando al barranco también invisible: refiérase ya mismo a eso como a algo en parte merecido y de acuerdo al precio pagado, recuérdelo ahora con toda limpieza, teclee que lo perdonó todo sin necesidad de perdonar a nada ni a nadie, sin necesidad de admitir la existencia de aquel otro perdón que no era ese, vaya golpeando despacio las teclas para resentir la isla más la ilusión de aquel perfume amontonado más aquella claridad oscura amontonada donde al fin de cuentas y como viejo mendigo que era terminaría abriendo los brazos: sus brazos abiertos de par en par mientras los sentía sostenidos y abiertos para esperarlo de esa forma, para que llegara, para recibirlo, para demostrarle que podía llegar hasta esos brazos sin testigos de ninguna índole: teclee que finalmente empezó a acercársele, que le llegó hasta allí, hasta esos brazos abiertos y alusivos, en dirección a ese latido de pronto inmemorial o cómo llamarlo, que lo sintió llegar despacio sobre el barro, tímidamente, barcianito en plena selva, pequeño y siempre frágil y necesitado del barcianazo con los brazos desmesuradamente abiertos, del barcianazo que supuestamente usted era: y que entonces se recibió niño en el sendero del jeep rodeado por el croar y por los bambúes, en plena selva, en plena isla, en plena leucemia el niño que fue llegando hasta los brazos y usted fue cerrando poco a poco esos brazos detenido como estaba sobre el barro chirle sobre piernas y respirando apretó por supuesto los brazos cerrados todo alrededor de Barcia, se encontraban por fin al casi encontrarse las puntas de sus dedos contra la espalda, que lo cobijó sin palabras de ninguna índole mientras le enseñaba a perdonar y a perdonarse, a llorar como antes pero mucho después abrazado a todo su cuerpo sobre un planeta frío rodeado de soles, sobre un planeta inconcebible, obvio, irrepetible, inexpresable y cómico y bendito desde una isla de selva en que lo bendecía y perdonaba mientras él lo bendecía a usted y perdonaba.
Y guárdeselo.
*Texto que el autor eligió en vida como el que más lo representaba de toda su obra. Pertenece a su última novela: Cómico de la lengua (primera edición: Seix Barral, España, 1973; cuarta edición: Libros de la Resistencia, España, 2018).
Quienes deseen conocer más acerca de la vida y de los libros de Néstor Sánchez, pueden ingresar al sitio web dedicado a difundir la obra del autor: www.nestorsanchezescritor.com