Cómo empecé: Mempo Giardinelli

MEMPO GIARDINELLI
Modelo para armar y seguir

“Soy un animal de letras y no hago, ni me interesa hacer, ninguna otra cosa” dice el reconocido narrador y periodista argentino en un repaso detallado de sus inicios como escritor. El autor de novelas como La revolución en bicicleta, Luna Caliente y El santo oficio de la memoria recuerda las anécdotas que lo llevaron a México -donde recibió el espaldarazo de Juan Rulfo entre otros, y de donde regresó con la pasión intacta para fundar la mítica revista Puro cuento- y comparte con La balandra tres borradores de uno de sus primeros relatos y la versión final, ya publicada.

Entrevista de Ángel Berlanga

Se leía mucho en su casa de Resistencia, la ciudad chaqueña en la que nació, allá por 194. Y eso, leer, será una clave en su vida, un leivmotiv: por eso se hizo escritor, a eso estimula de distintas formas desde la fundación que lleva su nombre  y preside en el Chaco, eso mismo recomendará a quienes anden con vocación y voluntad de meterse a escritores. “Mi madre y mi hermana eran lectoras fanáticas de las revistas y libros que llegaban semanalmente desde Buenos Aires, y mi papá prácticamente estudiaba La Nación de Buenos Aires, El territorio, del Chaco, y La Vanguardia -dice Mempo Giardinelli-. Era una casa muy modesta, alquilada, y en la que los grandes trabajaban todo el día para dedicarse a leer por las noches, después de escuchar radio una o dos horas. Hasta mis juegos de niños se vinculaban a la biblioteca, que era el mueble más importante de la sala-cocina-comedor, el único ambiente en el que para mí giraba el mundo. Entre mis primeras y más perdurables lecturas propias están, sin duda, la colección de Monteiro Lobato. Las aventuras de Naricita, los cuentos de Doña Benita, Emilia, en fin, esa literatura resultó definitoria para mi, y sus personajes entrañables me quedaron grabados para toda la vida. Tengo todavía esa colección de la vieja Editorial Americalee, con mis dibujos de niño. Esos libros tienen todo: aventura, emociones, fantasía, una enorme imaginación y un ambiente sudamericano reconocible. Ha de ser por eso que en Brasil todo Monteiro Lobato sigue siendo el gran clásico de los niños, una especie de María Elena Walsh en lengua portuguesa”…

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