Libreros y librerías

Por Silvina Friera

¿Cómo llega a levantarse uno de los espacios cardinales del universo del lector: la librería? ¿Qué azares o deseos intervienen en la vida de una persona para que se trasforme en librero? La balandra navega por cuatro historias singulares, la de los dueños de las librerías Rayuela, Polo Norte, Eterna Cadencia y Clásica y Moderna, y pone de manifiesto la pasión que, como a tantos otros libreros, los ha llevado a erigirse en anfitriones de estos sitios que hechizan a lectores y escritores por igual.

Volver al nido

Una librería puede ser el centro del universo. ¿Cómo es despertar todas las mañanas literalmente rodeada de libros? Natalia Asunción Poblet nació en Clásica y Moderna, en Callao 892. El local de su padre, el librero Francisco Poblet, incluía la vivienda familiar en la trastienda. “No puedo desconocer el privilegio enorme que es criarse en una librería”, admite Natu. La niña jugaba con los libros, armaba casitas o formaba una pila y se sentaba encima. Los libros eran como juguetes. “De muy chiquita creía que todo el mundo era librero porque mi tío, el hermano de papá, tenía una editorial. Y mi abuelo, el padre de ellos, tenía otra librería. Yo me la pasaba de la librería de mi padre y la editorial de mi tío a la librería de mi abuelo”, evoca Natu las escalas de su itinerario infantil. Manuel Mujica Láinez, Alejandra Pizarnik, Arturo Jauretche, Beatriz Guido, Silvina Bullrich, Martha Mercader, Alberto Girri, Enrique Pezzoni, Juan José Hernández, Elsa Osorio, Alicia Steimberg, Juan José Sebreli, Oscar Hermes Villordo y Pepe Bianco, entre otros de una lista descomunal, frecuentaron Clásica y Moderna.

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