El escritor como lector: Irene Chikiar Bauer

La outsider que cruzó el río

La talentosa investigadora y periodista nos habla de las lecturas que la unieron desde muy joven a Virginia Woolf, gracias a las cuales pudo concretar, luego de siete años de trabajo, la primera y monumental biografía de Virginia Woolf hecha en Argentina, publicada con enorme repercusión a finales del año pasado.

–Hagamos un repaso de tu vínculo con esta autora a la que le has dedicado varios años de tu vida. ¿Recordás cuándo escuchaste por primera vez su nombre y cuándo te aproximaste a ella en el rol de lectora?

–En mi infancia, Virginia Woolf debió ser, antes que nada, un nombre estampado en el lomo y las cubiertas de alguno de los libros que poblaban las bibliotecas de mi casa, o debería decir de mis casas, porque con mis padres y hermanos vivíamos en el primer piso, mientras que mis abuelos maternos ocupaban la planta baja de dos viviendas independientes. Pero esas dos casas para mí eran una, con sus puertas abiertas, su escalera comunicante, que tenía una baranda por la que me deslizaba para bajar y cuyos escalones subía de dos a tres varias veces al día; y sobre todo con sus bibliotecas, que eran varias porque tanto mis padres como mis abuelos eran grandes lectores. No bien pude leer con fluidez, me sumé al grupo: prefería las novelas y fui conformando mi propia biblioteca, que veía crecer amorosamente. Las bibliotecas de mis padres y abuelos eran, para mí, el futuro: lo que podría leer cuando creciera. Y allí, entre tantos, autores estaba Virginia Woolf. Y de ahí provienen un par de libros que atesoro, el Diario de una escritora, publicado por editorial Sur, en 1954, que pertenecía a mi abuelo, y la edición de To the Lighthouse de 1962, años antes de que yo naciera, y otros libros de Virginia, en inglés, propiedad de mi mamá, que fue profesora egresada del Joaquín V. González. A los veintitantos leí Un cuarto propio, más tarde Orlando y La señora Dalloway, después siguieron sus otros libros.

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