Traductores: Márgara Averbach

El descubrimiento de la traducción como una “escritura controlada”, la reflexión sobre lo particular del oficio del traductor literario y su formación: de todo eso y mucho más nos habla esta talentosa autora y traductora. De yapa, nos obsequia en castellano un cuento amerindio estadounidense.

–¿Cuál fue su primer vínculo con la idea de traducir un texto?

–Quise ser escritora antes de saber escribir, cuando mi mamá empezó a leerme libros en voz alta. Mi relación con la lectura nació en ese mismo momento. En cambio, tardé mucho en pensar en traducir.
Cuando terminé la secundaria, sabía que iba a seguir Letras en la Universidad de Buenos Aires. Mis padres siempre me respetaron pero les daba terror la cuestión económica. Me pidieron que hiciera también una carrera con inglés. Yo no sabía que hubiera un traductorado que no fuera el público y tenía muy claro que no quería hacer traducciones legales. Por eso, di el examen para entrar al profesorado de inglés. No entré. En ese momento, para mí fue terrible (no había “sonado” nunca), pero ahora creo que en realidad, me vino bien porque, al año siguiente, descubrí el Traductorado en Inglés del Lenguas Vivas. Entré para traducir literatura, no ciencia ni técnica. Y con el tiempo, me di cuenta de que traducir era otra forma de escribir, de que era una “escritura controlada”, como la llamo en mi libro. Ahora me parece increíble no haber pensado antes en la traducción.

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