Opinión: La censura y la ética

La censura es un fantasma temido en el arte, pero ¿puede ser necesaria en determinadas instancias? ¿Qué ocurre cuando bajo la libertad artística se esconden mensajes misóginos, racistas, antisemitas, homofóbicos? ¿Vale todo en el arte? Sobre esas preguntas reflexiona la escritora y crítica literaria en esta nota.

Por Elsa Drucaroff

Hoy “El fiord”, de Osvaldo Lamborghini, se considera una gran obra pero en 1969 debía leerse en secreto. Cuenta una orgía loca y cruel en la fiebre militante, combativa, de 1967; narra con placer torturas sexistas y violaciones y dice de alguien: parece “un judío de campo de concentración, si es que alguna vez existieron los campos de concentración”. ¿Debe quedar impune algo así? En un ensayo, la palabra pública asume responsabilidades, quien dice que no hubo genocidio nazi o fomenta la violación tendrá consecuencias. Pero en ficción todo puede imaginarse.

La teoría literaria muestra con claridad que la ficción no es lo real y el arte no es un manual que enseña qué está bien y qué mal, sino un espacio social para experimentar mundos posibles, plantear preguntas que no hay por qué responder. Su misión no es transmitir contenidos (“yo no soy cartero” decía Hitchcock cuando le pedían films “con mensaje”). En la discusión entre los comisarios culturales y los defensores de la libertad en arte, ganaron los segundos por paliza de argumentos. Y sin embargo…

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