Azimut · Homenaje a Fina Warschaver

Esta interesante narradora, dramaturga, poeta, ensayista y música argentina casi desconocida nació en 1919 y falleció en 1989. Su primera novela, El retorno de la primavera fue bien recibida por la crítica, que la consideró como una nueva Roberto Arlt; distinto fue el caso de su segundo libro, La casa Modesa, al que acusaron de excesos formales. Sus siguientes obras narrativas fueron El hilo grabado (1961), Hombre-Tiempo (1973) y una nouvelle que quedó inédita, La alternativa. A pesar de su innegable talento y pericia en el arte de narrar, su obra parecía haber caído en el olvido. Desde La balandra nos sumamos al rescate de su obra que han realizado Elsa Drucaroff desde la crítica y María Teresa Andruetto y Carolina Rossi al reeditar El hilo grabado en la colección “Narradoras Argentinas” de la Editorial Universitaria de Villa María. Para ello publicamos un fragmento de su “Suicidio por un piso encerado”, de La casa Modesa, donde con innegable humor consigue dar cuenta de las ansiedades de los autores noveles y la desesperación ante la tiranía de las tareas cotidianas.

Suicidio por un piso encerado (fragmento)

[…] Como director del semanario Prometeo, fui partícipe comprensivo en la iniciación de no pocos escritores noveles. Así llegó hasta mi redacción la autora de La Carta. No me traía La Carta sino un estudio crítico sobre la novela como género literario. Prometí leer el artículo y darle mi opinión. Desde entonces, todos los días, o día por medio, llamaba por teléfono, en procura de una respuesta que yo eludía por mis múltiples ocupaciones. Esa insistencia, confieso, llegó a fastidiarme un día, la última vez que llamó, y le dije entonces en forma suave pero algo severa: “No sabía que usted estaba tan apurada”. Ella se disculpó y admitió mi observación, prometiendo esperar mi llamado. Fue a los dos días que recibí La Carta, una carta exaltada, hasta cierto punto incoherente. Cuando ella me la pidió de vuelta saqué copia por parecerme un documento curioso. Tal vez pensaba utilizarla como material para algunas de mis propias obras. Ella se me adelantó, por lo que veo. Transcribo La Carta literalmente.

 

Señor Director:

Comprendo que mi insistencia pudo molestarlo. Pero no, le aseguro que no tengo ningún apuro. No quisiera que usted se moleste. Que piense de mí… Dudaba sobre la actitud a tomar: si debía esperar su llamado o insistir para apresurar su respuesta. Yo quiero que comprenda que no estoy apurada, de ningún modo. Me doy cuenta que usted tiene sus compromisos. Yo, claro, el artículo ése no lo hice en un día, pero apuro no tengo ninguno. ¡Por favor! ¡Le ha impresionado mal mi insistencia! Me toma acaso por una entrometida, por una de esas avechuchas que aletean sobre los tejados de las redacciones. No crea eso, no lo crea de mí. No me atrevo a explicarle todo personalmente; por eso le escribo. En el artículo trabajé a conciencia durante ocho meses. Es una prueba de lo que le digo: no estoy apurada. Pero necesito disipar su mala impresión sobre mi persona. Quiero que sepa en qué consiste la naturaleza de mi apuro, que nada tiene de común con el delirio publicitario de cierta gente. Tampoco está en mi naturaleza más bien tímida el desenfado de los que, insistiendo, consiguen lo que se proponen. No tengo carácter para eso. No le hubiera llamado más sin las circunstancias apremiantes y un cierto deseo de probarme a mí misma que soy capaz de tener carácter emprendedor, carácter de solicitante despreocupado y altanero. Si usted guarda una impresión adversa de mí es porque no me conoce, porque no sabe que desde hace poco, muy poco tiempo, mi vida es un torbellino de apuro, porque es ya tarde para mí. No estoy apurada por este artículo en particular; necesito ir rápido hacia el fin, necesito decir todo lo que callé acumulándolo durante años de silencio forzado. Y el tiempo, mi tiempo huye. Es tarde, muy tarde.

Cuento incluido en La Casa Modesa, Editorial Lautaro, 1949. Puede leerse el relato completo en www.finawarschaver.com