Debates: ¿Existe la literatura femenina o masculina?

¿Es posible adjudicarle categorías especiales a una obra sólo por el género de quien la escribió? ¿Se trata sólo de etiquetas comerciales o hay algún fundamento literario detrás de este proceder? Para contestar a estos interrogantes, La balandra convocó a ocho narradoras y narradores de reconocido talento para tratar de dilucidar qué se esconde detrás de la etiqueta.

Es muy frecuente que en un ámbito popular la frase Publiqué un libro de cuentos dispare inmediatamente la pregunta: ¿Para chicos?como si el género cuento estuviera irremisiblemente ligado a la literatura infantil. Pero hay otro prejuicio, que no se da solamente fuera del circuito literario, sino que incluso mantiene su vigencia y vigor en él: frente a un libro firmado por una mujer se alza la intención de adscribirlo a una “literatura femenina”. La etiqueta definiría en algunos lectores el motivo para embarcarse en la lectura y para otros, la razón para desterrar el libro a la lista de “no leeré jamás” (casi como quien dice “me gusta la ciencia ficción” o “detesto el género fantástico”). Lo curioso es que esa etiqueta “literatura femenina” sería el único caso en el que el género del libro estaría dado por el género de su autor, es decir, su autora. Sería fácil descartar la categoría como una forma más de clasificación rápida y banal que sólo sirve para saber qué argumento de venta usar para promocionar un libro, en qué sección de una librería ponerlo o simplemente desde dónde encarar una entrevista. Sin embargo, la persistencia del término y su utilización, ya sea como bandera o como crítica, hace necesario pensar en qué sería la “literatura femenina” y qué ocurriría, entonces, con su “contracara”: la “literatura masculina”.

Hay quienes asocian literatura femenina con el término en inglés chick lit, que deriva del término que se utiliza en el cine para las películas orientadas al público femenino: chick flick (en líneas generales, las comedias románticas). Así, libros del estilo del El diario de Bridget Jones, en los que el eje pasa por las vicisitudes amorosas de su protagonista femenina, serían los epítomes de la chic lit. Curiosamente, en inglés también se utiliza el término opuesto, guy lit, con Nick Honrby, por ejemplo, como un exponente. No tan curiosamente, a nadie sorprende una mujer leyendo a Nick Hornby pero un varón leyendo El diario de Bridget Jones despertaría ciertos comentarios burlones.

¿Sería entonces la “literatura femenina” el equivalente en narrativa a las comedias románticas? Hay quienes dirían que sí, otros darían un categórico no, e incluirían en esa categoría a todo libro que hable de la condición femenina más allá de si trata o no de enredos románticos. De todas formas, así pensada, la “literatura femenina” pareciera ser poco abarcadora, restringirse sólo a la experiencia de las mujeres, mientras que la “literatura masculina”, si tal cosa llegara a pensarse, sería más universal. No debería sorprender demasiado, ya que la categoría no marcada, justamente, la “universal”, ha sido siempre la del varón heterosexual; todo aquello que difiera debe ser delimitado: literatura queer (o más específicamente gay o lesbiana), literatura femenina, literatura infantil, etcétera. Sólo lo que habla de la experiencia del varón heterosexual apuntaría a un público amplio en que todo lector o lectora podría ver un reflejo propio. Una visión algo pobre de lo que es leer, de la identificación que genera la lectura, como si sólo se pudiera sentir placer al encontrar en el libro una experiencia similar, o al menos asimilable, a la vivida. Ningún hombre heterosexual podría disfrutar de un libro de temática gay y debería descartarse entonces cualquier libro que una mujer escribiera sobre la experiencia de la maternidad, porque allí nada habría para él. Asimismo, se limitaría la experiencia de quien escribe porque ¿cómo podría narrarse desde un sexo que no es el propio? Las categorías, sin duda, nos hablan de otras problemáticas: del poder, de quién usa la categoría y para qué.

Las etiquetas literarias son infames, eso nadie lo pondría en duda. Si desde La balandra nos proponemos reflexionar sobre esos términos tan polémicos: literatura femenina/literatura masculina no es porque nos propongamos actualizarlos, sino por el contrario, apuntamos a reflexionar sobre la justificación de su existencia más allá de lo meramente discursivo. Y para ello, nada mejor que recurrir a quienes hacen literatura: convocamos a ocho narradores y narradoras para que den su opinión sobre si la etiqueta se condice con algo real: ¿existe realmente una literatura femenina o masculina? Y si no es así, ¿por qué goza la etiqueta de tan buena salud?

“Existe la literatura, sin distinción de sexos; aunque bien se podría hablar de un tono femenino y de un tono masculino a la hora de analizar los textos literarios, sin que importe que estén escritos por un hombre o por una mujer.”

Vicente Battista

“Me resisto a pensar que hay una sintaxis y una puntuación propia de las mujeres, ni un recorte específico del lenguaje. ¿Usamos más puntos suspensivos?, ¿más signos de preguntas?, ¿menos palabras con hache intermedia?”

Liliana Bodoc

“Si no existieran el machismo y la caterva de lugares comunes y chistes que lo sostienen (y, sobre todas las cosas, si no existieran los publicitarios y los guionistas sin imaginación) probablemente no haría falta catalogar como “femeninas” a ciertas problemáticas.”

Enzo Maqueira

“Hablar de “literatura femenina” me parece una manera equivocada de reivindicar el género. Las desigualdades existentes no se combaten fomentando un ghetto literario sino construyendo la igualdad a través de las diversas prácticas.”

Florencia Abbate

“¿Me gusta esa literatura “de género” en la que éste viene a ser un condicionante externo y previo a lo que se va a narrar? Y la respuesta es que no. No me gusta cuando siento que la historia que me están contando forma parte de un ‘programa’.”

Eduardo Sacheri

“Por más que se busque fosilizar a esa autora en una identidad primaria –ser escritora mujer–, probablemente ella recorte para sí misma un rasgo ontológico que le resulte más significativo, como ser escritora de fantasy, comunista, rioplatense, etcétera.”

María Carman

“Si borramos el primer nombre de ciertos autores, e ignoramos su sexo, y buscamos qué hay en sus obras, sólo en ellas, que nos lleve a definir el género de sus creadores, se verá que estas categorías no sirven, ni siquiera provisoriamente.”

Marcelo Caruso

“Creo que haríamos bien en relegar los cuestionamientos sobre la literatura femenina o masculina para centrarnos en el disfrute y la difusión de aquellas obras (del pasado y del presente) que construyen el corpus literario mundial, la verdadera literatura; aquella signada por el talento y el arte, ya sea escrita por mujeres u hombres, por lesbianas o gays, por musulmanes o cristianos, por jóvenes o viejos.”

Alejandra Laurencich

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