Azimut · Homenaje a Bernardo Jobson

Por Claudia Solans

Un chico encerrado en un cuerpo de gigante, así recuerda Abelardo Castillo a este santafecino nacido en Vera, en 1928. Desde muy joven Jobson vivió en Buenos Aires donde fue empleado bancario, vendedor de seguros, redactor publicitario, traductor, periodista, aunque “nunca colectivero”, según sus palabras. Formó parte de las antológicas revistas El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco. Dicen que murió solo, tal como había vivido, en un desordenado cuarto de pensión en 1986.

Aunque muchos veían en él a un humorista, Bernardo Jobson era, ante todo, escritor. Dotado de una impiadosa capacidad de observación y de un oído agudísimo para la lengua coloquial, sus oficinistas, burreros, pacientes de hospital, conscriptos, músicos trasnochados viven, con dramatismo desopilante, en las páginas del único volumen de cuentos que ha perdurado: El fideo más largo del mundo (1). Del resto de su obra, Memorias de un soldado raso (cuentos sobre el servicio militar) y Veinticinco watts (cuentos sobre la vida en las pensiones), sólo nos queda lamentar su pérdida, acaso en alguna de sus incontables mudanzas.

La balandra le rinde homenaje a este talentoso autor casi desconocido e incomprensiblemente olvidado que, sin embargo, dejó una marca indeleble en amigos y lectores. Les ofrecemos este fragmento de “Los caballos no saben que es domingo”, uno de sus relatos más conmovedores.

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(1) Publicado por Centro Editor de América Latina (1972) y Capital Intelectual, Biblioteca Los Recobrados, colección dirigida por Abelardo Castillo (2008).

Se puede acceder a la nota completa en el Número 11 de La balandra digital, o en en la versión en papel, para lo cual hay que suscribirse.