Azimut · Homenaje a Daniel Moyano

Seguro que a Daniel Moyano le habría gustado ser parte de esta sección de La balandra, no tanto por ser merecedor del homenaje brindado a quienes son injustamente olvidados o poco difundidos, sino porque el Azimut está íntimamente relacionado con la náutica y la astronomía, dos de las disciplinas que, junto a la música, aparecen con fuerza, amalgamadas al acontecer histórico o social, en varias de sus obras narrativas.

A veinte años de la muerte en Madrid de este fabuloso escritor argentino nacido en 1930 –que sufrió encarcelamiento y diferentes clases de exilio–, recordamos, como un norte, su trayectoria: Artistas de variedades (1960), El rescate (1963), La lombriz (1964), El fuego interrumpido (1967), El monstruo y otros cuentos (1967), Mi música es para esta gente (1970), El estuche del cocodrilo (1974) y las novelas Una luz muy lejana (1966), El oscuro (1968, premio del Concurso Internacional de Novela Primera Plana-Sudamericana, con un jurado integrado por García Márquez, Roa Bastos y Marechal), El trino del diablo (1974), El vuelo del Tigre (1981), Libro de navíos y borrascas (1983), Tres golpes de timbal (1990) y Dónde estás con tus ojos celestes, publicada trece años después de su fallecimiento.

Moyano se definía a sí mismo como “un escritor del interior”, distanciándose de la influencia de Cortázar, de quien se hizo amigo en el exilio, y “del montón de cortazaritos” que había dejado en Buenos Aires. Quizá sea hora de volver la atención a esta obra singular y valiosa que narra, con tanta potencia como lirismo, muchos de los grandes padecimientos que ha sufrido la sociedad argentina en las últimas décadas. Lo que sigue, es un fragmento de una de sus últimas novelas, escrita en España, que cuenta la historia de un barco (el Cristóforo Colombo) que zarpa de Buenos Aires con 700 ciudadanos no deseables rumbo al destierro.

Es la primera vez que tenemos que salir tantos, sin contar con los que no pudieron salir. Y los desaparecidos, claro. “Desaparecido”, esa palabra. Ella sola, moviéndose, como el mar, en un código desconocido. Para ella nada valen furgones, gendarmes ni cristóforos. Ni el mar. Es ella sola. Tan vasta como el mar, pero oculta. Sola. No existen relatos de naufragios de ese mar paralelo. De esa palabra nadie se salva, una vez caído en ella, para contar la historia. Un desaparecido jamás podría volver de ese otro océano para decir nos hicimos a la mar una madrugada clara acompañados por la nao Belén de airosa arboladura. Porque esa marpalabra no tiene ni naos ni costas ni faros ni arrecifes; solamente profundidad, y oscura. Lo último que se sabe de un desaparecido es algo que se oye, un ruido de zapatos sin cordones que se inflan y desinflan bajando la escalera desde el quinto piso a la hora en que el cielo está más estrellado, indiferente como siempre, lo mismo que las piedras sobre las pampas secas.

 

Daniel Moyano, Libro de navíos y borrascas (editado en España en 1983 y reeditado en Argentina en el año 2006, por Gárgola Ediciones)