EDUARDO RABASA, autor y editor en la Feria de Editores del Konex

Este fin de semana tuvo lugar en Buenos Aires la Feria de Editores, de la participación 250 editoriales independientes, entre ellos Ediciones Godot, Fiordo, Entropía, Sigilo, Musaraña, Mil Botellas, Blatt & Ríos, Pequeño Editor, Limonero, Ediciones del Zorro Rojo , Adriana Hidalgo y Pípala, Gourmet Musical, Caja negra, Beatriz Viterbo, Periplo, Mardulce, La Bestia Equilátera, Eterna Cadencia, Alto Pogo y más de treinta sellos del exterior (Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, España, México, Perú, Uruguay y Venezuela) y del interior del país (Córdoba, Santa Fe, Rosario, La Plata, Jujuy, Salta, Santa Cruz). Hubo charlas, entrevistas, mesas de exposición y venta.

Algunas de las principales figuras invitadas a la Feria fueron las filósofa Renata Salecl; la escritora argentina Liliana Villanueva, el autor portorriqueño Eduardo Lalo y el editor mexicano Eduardo Rabasa, responsable de la editorial Sexto Piso, que vino además en calidad de autor, una segunda novela: Cinta Negra (Ediciones Godot, 2018) sátira ambientada en una empresa en la que el protagonista, Fernando Retencio, se obligado a luchar contra sus compañeros de trabajo e imaginar soluciones para sus clientes y no quedar fuera del circuito laboral.

La Balandra lo entrevistó y conversó sobre su obra y otros temas:

¿Cómo hace para conciliar en términos de trabajo horario su tarea de autor y editor?

Trato de mantenerlos alejados lo más posible. Escribo (cuando escribo) muy temprano por las mañanas, y luego tengo más o menos un horario de oficina normal en mi trabajo como editor.

Usted ha dicho que la publicación de su último libro no despertó mucha simpatía en algunos de los autores de su sello, ¿puede exponerse un poco esta circunstancia y su reacción ante esta actitud?

Han sido casos y reacciones muy diversos y variados, y lo mejor que tiene es ver más con paranoia que con la realidad, pero la impresión que tengo es que, dado el mundo editorial es sumamente jerárquico y vertical, si un editor una publicación libro, es como si saliera de su lugar. Y no lo digo yo, es una idea que le leí a Roberto Calasso, quien en un libro sobre edición afirma que cuando un editor publica un libro, siempre es visto con sospecha, y en algunos casos ha sido justamente mi experiencia. No sabría decir muy bien a qué obedece, porque además no veo que mi caso represente competencia para nadie en específico, pero supongo que tiene que ver con algunas prácticas muy arraigadas en el mundo del libro, donde no siempre prevalecen, ni siquiera entre gente que se profesa amistad en público,

Al principio me afectó de manera más profunda, pero supongo que con el tiempo y con la publicación de un segundo libro (y espero que de otros más), esa misma situación se normaliza y deja de tener importancia para todo el mundo, y tampoco es que de inicio fuera algo terriblemente relevante para nadie, quizá fueron cosas más relacionadas con mi percepción que con la realidad.

En alguna entrevista usted ha mencionado algunos problemas del ambiente literario, tales como el “amiguismo”, el desprecio del mérito en contraposición a los contactos, la arbitrariedad de las listas de autores “destacados”. Si estuviera en su poder hacerlo, ¿qué cosas cambiaría del ambiente y los procedimientos literarios?

Lo ideal sería desvincularlos en la medida de lo posible de este tipo de prácticas, y que los libros que se publican, promocionan, reseñan, etcétera, fueran realmente los que a cada persona situada en un punto de la cadena del libro le parecieran los mejores, y no que ocurrieran por otro tipo de consideraciones. Sin embargo, uno de los efectos del predominio avasallador de los grandes grupos editoriales en la actualidad es que han convertido el sistema en un embudo por el que sólo pasa cada vez una cantidad menor de libros, y me consta que incluso autores de los propios grandes grupos se quejan amargamente del trato y la diferencia que se establece entre los autores a los que el grupo decide privilegiar (que, paradójicamente, a menudo no son sólo necesariamente los mejores) y los demás. Pero hay todo un circuito de publicación, reseñas, traducciones, invitaciones a festivales y demás, que se mueve en muchos casos por criterios no literarios, y una vez que un escritor o escritora se convierte en una marca reconocible, lo que va publicando ingresa automáticamente en este circuito, a menudo independientemente de su calidad literaria.

Es de momento la realidad imperante, y cualquier editor independiente o periodista o agente literario crítico con el sistema actual sabe que se han reducido mucho los espacios de maniobra para los editores, autores y demás gente que se encuentre por fuera del ámbito de acción de los grandes conglomerados.

La escritura de sus libros, la tarea de llevar adelante un sello independiente ¿son respuestas al mundo neoliberal en el que vivimos, son catarsis, gritos de auxilio?

Supongo que en cierta forma sí, aunque yo nunca lo he visto expresamente de esa manera. Es decir, que no son actos políticos como tal, ni tampoco tienen una intención ulterior más allá de realizarlos y de esperar que salgan lo mejor posible. Habiendo dicho esto, tanto la escritura como la edición, como las conexiones y vínculos que generan con gente con la que se comparte un cierto rechazo hacia la narrativa dominante de la época, sí han sido espacios de exploración, ya sea en el pensamiento propio (en el caso de la escritura) o en el ajeno (en el caso de la edición). Aun así, sobre todo con la lectura de buenos libros (procuramos sólo editar libros que así nos lo parezcan), a menudo queda una sensación de mayor desazón frente a lo que vivimos, pero de alguna manera es una desazón acompañada, y eso no es poco.

¿Cómo elige a los autores extranjeros para ser editados por Sexto Piso? ¿Hay algo que los reúne, más allá de la calidad literaria?

No los elijo sólo yo, sino que trabajamos como un consejo editorial, donde cada miembro puede buscar y proponer libros para su publicación. De hecho, a fechas recientes he reducido mucho el ritmo de mis contrataciones, y quizá eso explica que las ventas vayan al alza en muchos casos. Creo que no hay ningún tipo de vínculo ni temático, ni estilístico, ni de ningún otro tipo, entre los autores que decidimos publicar, pero lo que pueden tener en común es que en todos los casos son libros que, por alguna razón u otra (generalmente sí vinculadas con la calidad), consideramos que vale la pena poner a disposición de los lectores potenciales. Sé que es una respuesta aburrida y poco glamurosa, pero si dijera cualquier otra cosa, al menos desde mi perspectiva, estaría mintiendo.

¿Puede un libro hoy ser punta de lanza para enfrentar el predominio de las corporaciones que rigen al mundo, o el autor deberá conformarse con la denuncia y el aporte de opinión o conciencia que surgen del propio arte? Como editor o autor, ¿no le genera cierta impotencia o desesperación ver la cantidad de títulos que se publican día a día y que no tienen la menor divulgación o llegada al público?

Creo que es muy difícil pensar que un libro pueda desafiar siquiera un poco el predominio actual de la visión corporativa sobre prácticamente todos los ámbitos de la vida organizada. Tampoco sé si la denuncia (si es que eso fuera) pueda tener gran eficacia, ni que el objetivo de un libro sea crear conciencia sobre nada. Y no lo digo por llevar la contraria, sino porque genuinamente eso pienso, principalmente dado el carácter minoritario que incluso los libros que más circulan tienen. Pero la verdad no me genera ni impotencia ni desesperación, porque creo que pensar que los libros sirvieran o para eso o para cualquier otra cosa, de alguna manera los inscribiría en la misma lógica utilitaria de la que precisamente habría que salir, en mi opinión. Creo que uno de los grandes males actuales es pensar todo en términos telelógicos, como si cada cuestión que viviéramos o hiciéramos tuviera que servir para algo, dejar algún aprendizaje, volvernos mejores personas, pues detrás de esto en el fondo yace una concepción de la vida como algo que cuenta con un propósito ulterior (ecos del pensamiento religioso), con la cual simplemente no puedo comulgar. Personalmente, si el objetivo de los libros es que sean escritos y leídos por quienes habrán de interesarse en leerlos, y ese acto genera un cierto vínculo y hace que tanto quien los escribe como quien los lee puedan asomarse a regiones de la existencia propia o ajena a las que de otra forma no hubieran accedido, me parece más que suficiente, y no creo que ni a los libros ni a ninguna otra expresión artística en el fondo se les pueda (ni deba) pedir nada más. Aun así, hay libros que tienen un claro impacto político (como los de Orwell), pero justo porque no están escritos desde una perspectiva pedagógica, sino simplemente de la de tratar de narrar de la mejor manera posible ciertos aspectos de la realidad que a su autor o autora le resultaban inquietantes.

¿Qué destacaría de las editoriales independientes de nuestro país y qué les recomendaría desde su experiencia como editor?

Es la segunda vez que vengo a la Feria de editores, y en ambas ocasiones se queda maravillado con la cantidad de editoriales independientes de alto nivel, y ahora que tengo todo el mundo se enfrenta a una crisis realmente severa, con la energía y el buen ánimo con el que se hace frente colectivamente. Suena un poco cursi, pero en cada vuelta por la feria uno encuentra joya tras joya, libros que apuntan a una mirada editorial muy aguda, porque en muchos casos incluso se trata de autores clásicos o canónicos, y de obras que han pasado completamente inadvertidas para el mundo editorial. Antes que recomendar, más cómo ayudar para no perder el ánimo frente a una realidad tan complicada. Realmente me impresiona mucho.