Azimut · Homenaje a Mario Muchnik
En esta sección que habitualmente dedicamos al rescate de autores olvidados o inmerecidamente poco difundidos entre nosotros, por primera vez, rendimos tributo a un editor (léase en este caso como: hombre para quien publicar a otros fue su vida): Mario Muchnik. Considerado en el mundo como el último de los grandes editores “en solitario”, adelantado en descubrir a nuevos y desconocidos talentos para la época: la estadounidense Susan Sontag, el británico Elias Canetti –antes del Nobel– o el italiano sobreviviente del Holocausto, Primo Levi. El nombre de Muchnik se asocia también al de Augusto Roa Bastos, Nicolás Guillén, Miguel Ángel Asturias y Julio Cortázar, entre otros. Este argentino nacido en 1931, que España adoptó como hijo dilecto, se graduó en Física por la Universidad de Columbia en Nueva York. De muchacho había sido alumno particular de Ernesto Sábato, quien lo ayudó con sus dificultades en matemáticas. Como Sábato, años después, Muchnik abandonaría la ciencia para dedicarse al arte, en su caso, a la fotografía. Fue un estupendo fotógrafo, un viajero apasionado. Vivió en París, Madrid y Barcelona, donde llegó a estar al frente de los grandes grupos editoriales en lengua española, tarea por la que fue despedido una y otra vez, lo que puso en marcha su pasión de abrir nuevas casas editoras, verdaderos faros literarios como Muchnik Editores, junto a su padre Jacobo o, ya solo, El Taller de Mario Muchnik.
Sus charlas, entrevistas y libros, como Oficio editor (publicado por El Aleph, antes Muchnik Editores), son un invalorable compendio de los gajes del quehacer editorial, de sus cuatro décadas de trayectoria caracterizadas por la visión y el coraje a la hora de dar voz a los autores jóvenes, por quemar las naves de cómodos puestos para refundar el proyecto en el que creía.
Hoy, los libros y autores que Muchnik puso a girar en el mundo siguen girando y él, maestro de editores, se ve obligado a detenerse y esperar. A sus ochenta y tres años, recientemente homenajeado por la Casa de América, en Madrid, y con un nuevo y brillante tomo de memorias, Ajuste de cuentos (El Aleph), pareciera que las proezas no alcanzan, al menos por ahora, a revertir la realidad de un mercado editorial cada vez más masificado en cifras y tiempos imposibles. A él, creador de lugar para tantos, el presente le quita su lugar concreto y merecido. Desde estas coordenadas nos sumamos a custodiar el sitio que le pertenece y remarcamos un aspecto fundacional: con su labor, Muchnik nos ha permitido ser mejores lectores. Lectores privilegiados.
Compartimos aquí el fragmento de un bello homenaje especialmente realizado por la escritora e investigadora española Violeta Serrano para La balandra, intensas palabras que hablan del naufragio, sí –alto precio por su valentía como editor– pero sobre todo, de sus agallas como sobreviviente.
“Y Muchnik, el editor más despedido de Europa, no es ni más ni menos que eso, un joven que se hizo adulto, un enorme chiquito, un talentoso diezmado, un editor que amamos por haberse mojado las manos, los pies y la garganta en su tarea de hacernos llegar joyas. Y él, ínfimo, se dice poca cosa, tan sólo un hombre que un día cayó en la cuenta de serlo y que, aun así, no perdona una carcajada insolente. Que no te la dibujes en la boca, me refiero, porque a pesar del naufragio, quede claro, a la risa no hay que cortarla”. (*)
(*) “Mario Muchnik o la insolencia del náufrago”, por Violeta Serrano. Leer completo.