Azimut · Homenaje a Pablo Palacio

Nacido en Ecuador en 1906, este casi ignorado autor es considerado una rareza por diferenciarse completamente de la literatura que predominaba en su país. Algunos críticos lo han asociado a Kafka, Pirandello, Eça de Queiroz, Proust, Roberto Arlt, Macedonio Fernández, Vicente Huidobro. Aunque los ecos de todos ellos están en su extensa obra, Palacio sorprende por su personalísima originalidad, la capacidad de moverse entre géneros y la actualidad de sus textos. Con una vida tortuosa, publicó su primer libro a los veinticuatro años: Un hombre muerto a puntapiés, al que le siguió la novela Débora (1927). Completan la piedra angular de su obra “Comedia inmortal”, publicada en 1926 en la revista Esfinge, de Quito, y “Vida del ahorcado” (1932), pero fue autor también de poemas, artículos periodísticos y filosóficos. Acosado por el fantasma de la locura desde 1936, se internó en el manicomio Lorenzo Ponce, de Guayaquil, en el que falleció en 1947.

Desde La balandra queremos difundir esta obra singular cuya circulación es prácticamente nula en nuestro país. Esperamos ver a Pablo Palacio recuperado por alguna editorial nacional para que muchos más lectores puedan disfrutar de un autor que debería ser merecedor de muchos otros homenajes.

COMEDIA INMORTAL

Voy a hacer una comedia de enredo. No pido perdón si a alguien le robo el tiempo, porque 1º, sólo con ese objeto va a leer y 2º, en tratándose de enredos nadie se asusta, todo sale bien: el lector se entusiasma y el autor cobra fama. ¡Oh, la fama que voy a adquirir yo con esta comedia!

Los personajes de la farsa son:
LUNA, muchacha angelical de quince abriles, tierna, fina, romántica (¡que bien le cae el nombre! ¿ah? ¡como que parece un rayo de la luna!).
ENRIQUE, joven de veinte años, sobre cuyos labios apenas apunta el fino bozo; romántico también, ¡claro!, y si usted lo quiere puede ser poeta.
DON IÑIGO, padre de Luna, austero, escéptico, etc.
SEÑORA DE ALARCÓN, madre de Enrique.
DON CARLOS, aparentemente padre de Enrique.

NOTAS: Se han suprimido varios personajes que intervienen en el asunto, para que ésta sea una transparente complicación.
Si alguno pretendiera reclamar, no encontrando enredo en esta comedia, está muy equivocado. Falta de comprensión, sí, falta de comprensión. ¡Ah, el tal público!…
Este es nuestro más grande dolor de autores: pasar por el mundo, entre las risas de los demás, sin conseguir que nadie reciba una sola luminaria de la Empresa de luz de nuestras almas.
Se han seguido fielmente, aunque usted no quiera creerlo, todas las reglas de composición de los grandes maestros. Como la comedia es en tres actos, estas son las normas: en el primero, exposición del asunto; en el segundo, cumbre de la acción emotiva; en el tercero, solución del problema.
Se ha tenido presente, asimismo, otro gran secreto: el de dejar entrever el misterio.
Si usted es perspicaz lo adivinará pronto y al final halagaré su perspicacia; si no lo es, ¿qué voy a hacer?: falta de comprensión. Yo no trato de despistar.
Y con esto, a escena.

Ponemos a disposición de los lectores otro de sus cuentos “Viaje final”.